Los exploradores urbanos Abel, Pol y Gaxx caminan por un túnel paralelo a las vías del tren en Barcelona / PABLO MIRANZO

Los exploradores urbanos Abel, Pol y Gaxx caminan por un túnel paralelo a las vías del tren en Barcelona / PABLO MIRANZO

El pulso de la ciudad

Adrenalina bajo tierra: los exploradores urbanos conquistan los túneles de Barcelona

Decenas de jóvenes aventureros practican el 'urbex', un fenómeno extendido gracias a las redes sociales

27 febrero, 2022 00:00

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En el urbex, el miedo paraliza, pero la adrenalina reactiva. En los escenarios más peliagudos, el subidón de las nerviosas hormonas empujan al explorador urbano a seguir adelante. Le pasó a Abel (18 años) bajo las alcantarillas de Barcelona cuando unas toallitas pegadas en el techo del colector le advirtieron del nivel que puede alcanzar el agua. “Pensé: Si me pilla aquí estoy muerto”, comenta junto a Pol y Gaxx, sus colegas y compañeros de exploraciones. Todos tienen la misma edad y comparten una curiosidad voraz, incansable y algo temeraria por descubrir, una de las claves para entender este fenómeno urbano que en la capital catalana practican unas pocas decenas de jóvenes.

En la estación de la Sagrera atraen las miradas de algunos pasajeros. Visten de negro de cabeza a los pies, una indumentaria que evoca fácilmente a los grupos de encapuchados que encienden la mecha violenta en las manifestaciones barcelonesas. Desde el principio de su relato, estos tres estudiantes dejan claro que evitan siempre dañar las instalaciones que exploran. Los escenarios elegidos en sus excursiones son pequeños templos que dejan intactos al finalizar sus ajetreadas e imprevisibles –pero también planificadas– rutas. “A mi lo que me gusta es la conexión que haces con el lugar. Antes había vida y ahora está abandonado. Es como si el tiempo se detuviera, como si viajaras al pasado”, comenta Pol.

LA TUNELADORA

El destino de esta mañana soleado de sábado es la famosa tuneladora, para estos tres amigos, una meca de la exploración en la urbex. Gaxx, el nombre que usa este barcelonés estudiante de iluminación en las redes sociales, se la conoce de memoria. “Un día me pasé 13 horas. Desayuné, me bañé… Es sin duda el mejor sitio y el más curioso. No me canso de volver”, cuenta con una sonrisa de oreja a oreja. Ubicado en La Sagrera, el enorme túnel y la máquina que agujerea el suelo de Barcelona permanece congelado desde 2011 cuando la crisis económica paralizó las obras de la interminable L9 del metro. Sin embargo, la Generalitat tiene previsto retomar los trabajos durante las próximas semanas o meses y eso se nota en la actividad en la zona.

Abel y Pol observan el paso de un tren de Rodalies en Barcelona / PABLO MIRANZO 

Abel y Pol observan el paso de un tren de Rodalies en Barcelona / PABLO MIRANZO 


“Hay mucha vigilancia. Vamos a intentarlo por la otra entrada”, comentan Pol y Abel, los más madrugadores. Una hora más tarde Gaxx contará que el día anterior también lo intentó, pero un pequeño encontronazo con empleados de la seguridad privada truncó su visita. “Esto ocurre mucho en el urbex. El 90% es planificación y el 10% restante disfrutar y explorar”, relata Pol.

PLANIFICACIÓN PARA NO MORIR Y SER DESCUBIERTOS

Planear bien las incursiones persigue básicamente, dos cosas, según Gaxx: “Evitar morir y que te pillen”. Su pasatiempo, como lo define, implica saltar a las vías del tren para colarse en túneles, acceder en instalaciones abandonadas, galerías de servicio y subirse a antenas o en azoteas de edificios, entre otras. Son las tres modalidades del urbex, siendo esta última, el rooftopping, (escalar edificios sin protección) la más peligrosa y difundida en redes sociales.

Cruzan los raíles por un puente de hierro. Desde el otro acceso de las obras, en un punto indeterminado de Sant Andreu del Palomar, tampoco lo ven claro. Han visto hace unos segundos a un coche de una empresa de seguridad circular por la cresta superior de las obras del túnel, un arenoso solar. “Hoy no podrá ser, es una lástima. Vamos al túnel”, comenta Abel sin concretar mucho más. Desandando el camino hecho aun se observa más vigilancia. Un vigilante con un pastor alemán correa en mano patrulla desde las vías del tren. Definitivamente, la pareja de amigos opta por el plan B.

Abel y Pol se disponen a bajar a las vías del tren / PABLO MIRANZO

Abel y Pol se disponen a bajar a las vías del tren / PABLO MIRANZO

 

En Sant Andreu Arenal toman un tren de Rodalies Renfe que les deja en otra estación de la ciudad cuyo nombre piden que no se revele. Allí, en la salida, les espera Gaxx que manipula una consola. Los mandos controlan un dron que desde hace algunos minutos sobrevuela el cielo de ese punto de la capital catalana. “¡Os he grabado mientras salíais del vagón!”, exclama. Los tres ponen rumbo hasta el lugar de la exploración matutina: un túnel de servicio abandonado paralelo a las vías por donde circulan algunas de las líneas con más tráfico de la red de tren.

EQUIPACIÓN Y CÁMARAS

Pol es el último del grupo a incorporarse en el urbex. Se enganchó en Youtube y se ha convertido en su hobby principal. Empezó en solitario explorando un colector en Sant Feliu de Codines, su municipio. Allí conoció a Abel, el más experimentado y desde entonces casi siempre comparten excursiones. Con 10 años, una pelota perdida en el patio trasero de su escuela le abrió la puerta a un mundo desconocido. Gaxx se inició con 12 años de manera similar penetrando en la vieja escuela de sus padres, primero, y en una fábrica abandonada, después.

Llevan ropa ligera y cómoda que abriga. Usan calzado de refuerzo con suelas y su equipo contempla un amplio abanico de herramienta: linterna, walkie-talkie, navaja, guantes anticorte, botiquín de primeras emergencias, cámara y su trípode, entre otros artilugios, con los que capturan sus rutas que luego brillan en las cuentas de Instagram. En las imágenes se fotografían con bengalas de humo y una batería de luces que resaltan los ya de por sí asombrosos lugares. La tuneladora evoca ligeramente al interior de algunos escenarios de la saga cinematográfica Star Wars, por ejemplo, al canal por donde discurre el temido rayo de la Estrella de la Muerte.

Abel inspecciona las vías del tren con su linterna / PABLO MIRANZO

Abel inspecciona las vías del tren con su linterna / PABLO MIRANZO

 

DISFRUTAR LA EXPERIENCIA

A pesar de contar con un potente equipo audiovisual, la fotografía es secundaria. “Una foto marca tu trabajo, tu testigo y el recuerdo que te llevas. Es un arte que está bien y es divertido, pero yo soy de los que prefiero disfrutar de la experiencia: ver y explorar. Normalmente hacemos las dos cosas a la vez, pero a veces nos quedamos tan ensimismados en el lugar que decidimos volver al día siguiente para tomar las fotos”, cuenta Abel.

Desde la boca del enorme orificio, se extienden varios kilómetros de oscuro túnel. Linternas encendidas, empieza la caminata de un kilómetro hasta el objetivo. Los focos se vislumbran con mucha antelación, pero es el sonido –segundos después, ensordecedor– el que avisa de la llegada de los convoyes. “Cuando entré por primera vez en un túnel no sabía como reaccionar. Estaba nervioso y estresado, pero cuando te acostumbras a este tipo de situaciones la adrenalina te ayuda a avanzar. Te da fuerza para continuar. Es la energía que mueve a esta afición”, observa Pol. Bajo tierra, la adrenalina agudiza los sentidos. “Cualquier ruido te alerta, pasas a un instinto de supervivencia. Lo que te mantiene atento y te impide caer en el miedo total es la curiosidad”, añade Abel.

DISTANTES CON LOS GRAFITEROS

El cadáver de un jabalí arrollado por un tren refleja otra clase de incursiones, las protagonizadas por estos animales que husmean con un descaro cada vez mayor el entorno urbano. El grupo avanza y esquiva con comodidad la trayectoria de las máquinas de Rodalies gracias a los miles de burladeros (agujeros de dos por dos metros) distribuidos por ambas paredes del túnel.  

 
Los tres amigos esperan el paso de un tren en un 'burladero' / PABLO MIRANZO

Los tres amigos esperan el paso de un tren en un 'burladero' / PABLO MIRANZO

 

Trenes, vías y actividades clandestinas a menudo son sinónimos de grafiti, pero estos jóvenes exploradores marcan distancias con los encapuchados que pintan trenes y, en ocasiones, se enfrentan con los trabajadores del metro. Recelan de ellos porque con su spray alteran esos entornos congelados en el tiempo. “Matan los sitios vírgenes”, lamenta Gaxx. También desaprueban los incidentes violentos que protagonizan contra los vigilantes. “Mayoritariamente, la seguridad de todas las instalaciones existe por su culpa”, señala Abel.

UNA AFICIÓN ILEGAL

Los tres exploradores no esconden la ilegalidad y el riesgo que implica su pasión. Sus padres no celebran la actividad de sus hijos y se resignan a ello, eso sí, conociendo siempre cuando se meten bajo tierra. “Nunca les he mentido sobre esto. Al principio estaban cabreados. Cuando se lo dije no me hablaron en un día. Ahora saben que es un poco un estilo de vida, vida sana. Prefieren que este allí que comiendo pipas o tomando cerveza en un bar. También les gustan las fotografías”, comenta Gaxx.

Abel subraya que la detallada planificación de las exploraciones incluye conocer si lloverá o no ese día para evitar el riesgo de inundación o saber la longitud de un colector. “Evidentemente les preocupe que me pase algo. Ahora que tengo 18 años ya no tanto, pero siempre lo estarán porque te quieren. Entienden que lo hago porque me gusta. Al menos no me drogo o hago cosas malas”, concluye Pol.

Los tres amigos se dirigen a una estación de Renfe de Barcelona / PABLO MIRANZO

Los tres amigos se dirigen a una estación de Renfe de Barcelona / PABLO MIRANZO