Los trabajadores de los locales de restauración del Port Olímpic temen por su inmediato futuro / MIKI

Los trabajadores de los locales de restauración del Port Olímpic temen por su inmediato futuro / MIKI

El pulso de la ciudad

'Pollo' en el Port Olímpic

Los empleados de los restaurantes temen por sus puestos de trabajo y preguntan si les indemnizarán los propietarios

7 febrero, 2018 10:01

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-Entonces, ¿nos indemnizarán?
-Sí, hombre, tranquilos. Vuestro contrato es con una empresa, no con el Ayuntamiento de Barcelona. En el caso de que ocurra, tenéis derecho a ser indemnizados y a ir al paro.
-¿Pero nos tocan 45 ó 33 días por año trabajado?
-Si vuestro contrato es anterior a 2010, 45 días; si no, 33 días. Es lo que dice la ley. Cada uno sabrá. Pero, tranquilos, que seguro que la empresa os paga.
-Pero, ¿y si el ayuntamiento no les renueva la concesión a los propietarios? ¿Podremos volver a trabajar aquí?
-????
-Es que en 2020, que sepamos, se acaban los contratos de explotación. ¿Y si no les renuevan?
-Eso ya es otra cosa. Si la empresa decide que no le sale a cuenta firmar el nuevo contrato, la cosa sería diferente para vosotros...

Esta que leen es, más o menos fiel, la transcripción del diálogo que se puede escuchar estos días en varios de los conocidos restaurantes ubicados en el Port Olímpic de Barcelona. La cuestión es que, a raíz de la decisión del ayuntamiento barcelonés de erradicar los locales nocturnos del susodicho, a los centenares de trabajadores de empresas de restauración se les ha puesto el alma en un puño tras enterarse de que sus puestos de trabajo pueden estar en peligro, de aquí a dos años.

Como quien dice, se ha puesto en marcha Radio Macuto, la 'emisora' nacida en las trincheras de la Guerra Civil española para difundir rumores que desmoralizasen al enemigo. La trinchera, aquí, es el Port Olímpic. Ya se sabe: las noticias vuelan, y los vientos no siempre portan bonanza.

Oficialmente, el Ajuntament de Ada Colau pretende acabar con el evidente guirigay que persiste desde hace tiempo en la 'playa´de lo que fue el centro náutico durante los añorados Juegos Olímpicos de 1992. Aquí, ahora, se alzan precarios barracones y entoldados donde, a altas horas de la madrugada, se sirve desde un whisky hasta un té moruno -también fumar en un narguilé. Eso en la parte de fuera, porque el interior de los establecimientos, en su mayoría discotecas y bares de copas trasnochadoras, también irían fuera para dar paso a tiendas relacionadas con el sector náutico.

EL DORADO OLÍMPICO

Hace 26 años, justo delante del Moll de Mestral, estuvo instalado el podio donde se entregaron las medallas en las diferentes clases olímpicas de vela. España, por cierto, obtuvo un enorme botín: 4 oros y una plata, la mejor recompensa en la historia de un deporte concreto y en una misma edición olímpica.

Pero volvamos a la realidad. Como se ha publicado en estas mismas páginas, el ayuntamiento barcelonés ha puesto fecha límite (el citado 2020) a los locales de ocio nocturno, discotecas y bares musicales. La excusa básicamente es abrir el Port al uso público. Las denuncias por broncas y borracheras es el argumento utilizado por el gobierno local, que quiere 'reconquistar' el espacio ciudadano perdido. El proyecto, con un presupuesto de 39 millones de euros, pretende reconvertirlo en un punto de encuentro entre la ciudad y el mar, retomando las actividades deportivas náuticas que le eran afines, como indica su nombre: puerto olímpico.

Sin embargo, lo que temen los trabajadores de los restaurantes que ofertan sus viandas a los miles de turistas es que el proyecto les ocasione la pérdida -aunque fuese provisional- de sus puestos de labor. Lo que más les preocupa es que el proceso de remodelación obligue a cerrar los locales durante algún tiempo y, por tanto, que sus contratistas tengan que darles de baja... a la espera de que los vuelvan a fichar cuando el nuevo Port Olímpic empiece a funcionar, oficialmente en 2022. Lógica su aprehensión, ya que intuyen que las obras obligarán a paralizar todo el área portuaria, incluida la zona de restauración, que durante todo ese tiempo estaría tomada por maquinaria pesada. Imposible servir a los visitantes, pues estos tendrán negado el acceso a los locales.

La zona de 'playa' del Port Olímpic (izq.) se convertirá en un paseo peatonal / MIKI

La zona de 'playa' del Port Olímpic (izq.) se convertirá en un paseo peatonal / MIKI


INCÓGNITA CON LAS TERRAZAS

Aunque los empresarios de los restaurantes sigan contando con ellos, ¿necesitarán a los camareros que actualmente sirven en las terrazas externas, las prolongaciones de los locales adosados a la pura estructura portuaria? A los sirvientes les inquietan, en especial, los plazos y los espacios del proyecto municipal. En principio, las obras comenzarían en 2019 y se prolongarían hasta 2022. El compromiso del ayuntamiento es que se ejecuten por fases “para no perjudicar los usos y actividades del puerto”. La actuación incluye la eliminación de 400 aparcamientos en superficie y, sobre todo, reconvertir la zona de los diques en un gran paseo peatonal que ocuparía buena parte de los 48.000 metros cuadros.

“Si el paseo peatonal central obliga a los propietarios de los restaurantes a suprimir las terrazas exteriores, puede que algunos prefieran no renovar la concesión”, explica uno de los camareros que, por razones obvias, prefiere mantener el anonimato. “Los que acepten se verán obligados a reducir el personal que tienen ahora, porque no necesitarían al menos a una tercera parte de la plantilla actual. Así que ninguno de nosotros tiene claro que nos deparará el futuro...” .

El abogado les insiste en que, tranquis, que la ley les amparará; que el jefe no podrá echarles con una mano delante y otra detrás; porque cerrar el restaurante -o una parte de él- no es una cuestión personal, sino una obligación derivada de una ordenanza municipal de causa mayor. Que les indemnizarán, que irán al paro y que, cuando todo vuelva a la normalidad, volverán a contratarles.

-Ya, ya. Pero...

Los camareros se retiran algo reconfortados por las palabras del abogado, aunque a uno le da la impresión de que no las tienen todas consigo. De momento el 2018 lo tienen asegurado, pero nadie les va a quitar el miedo en el cuerpo sobre lo que pueda suceder cuando empiecen las obras en 2019.