El coordinador del campamento urbano de la Trinitat Vella, Sergio Fernández, ayuda a uno de los chicos / DGM

El coordinador del campamento urbano de la Trinitat Vella, Sergio Fernández, ayuda a uno de los chicos / DGM

Vivir en Barcelona

El derecho a jugar no hace vacaciones

Cientos de niños y niñas pasan juntos el agosto en varios campamentos urbanos con la amistad por bandera

6 agosto, 2017 00:53

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“Si no habría venido aquí estaría en casa”, explica Helen de 10 años. A pesar de sus escasos años de vida, sabe qué no quiere volver a repetir: un verano como el del año pasado. Sin oportunidad de ir a ningún otro sitio de vacaciones, el campamento urbano de la Trinitat Vella le ha abierto una puerta hacia un mundo de juegos y nuevos amigos: “Si pudiese venir todos los fines de semana, vendría”, asegura convencida.

PLANTAR TIEMPO LIBRE

Barcelona también tiene su geografía propia de oportunidades y de ocio infantil. Si bien algunos barrios están repletos de grupos escoltas, esplais y demás, en algunas zonas de la ciudad estos nunca han terminado de desarrollarse. Ejemplo de ello son las Trinitats (la Nova y la Vella), la Verneda o Baró de Viver. Barrios con condiciones socioeconómicas complicadas, donde además los padres deben de hacer esfuerzos descomunales para poder costear las actividades extraescolares o de tiempo libre de sus hijos.

Ante esta circunstancia, el Ayuntamiento de Barcelona ha puesto en marcha el proyecto Baobab. Un programa que se enmarca en los planes de barrio impulsados por el gobierno municipal y que se asienta sobre dos pilares. Por un lado: promover acciones que generen comunidad donde antes no existía dicha cultura social (como pueden los esplais). Y por el otro: dignificar la educación de los barrios más desfavorecidos, ya que, como ha señalado el comisionado de educación, Miquel Àngel Essomba, “en verano la vida no se para” y el derecho a jugar no se va de vacaciones.

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ABIERTO A TODOS LOS CHICOS Y CHICAS

A diferencia de lo que muchos puedan pensar, el campamento lo integran jóvenes de toda condición social. Como lo son las escuelas, el campamento “está abierto a todo el mundo”, apunta Essomba. No hay que cumplir requisitos para poder inscribir a los pequeños. Bien, en realidad sí: “Todo el mundo se tiene que sentir corresponsable [del proyecto]”, ha advertido con buen ánimo el comisionado. Aquí las familias son protagonistas.

La misión del campamento es que “los niños tengan el agosto ocupado con actividades; que disfruten y que no estén en casa encerrados o que estén solos en el barrio”, apunta el coordinador del campamento urbano de la Trinitat Vella, Sergio Fernández. Tal como relata, la misión no es tenerlos entretenidos en un punto concreto (como pueden ser las instalaciones del centro educativo), sino llevarlos a “conocer los parques a los que no van; hacer que conozcan un poco más su territorio”.

ELLOS, ENCANTADOS

A Enriqueta le encantan las actividades que le programan sus monitores. “Lo que más me ha gustado son los juegos de agua”, explica mientras que Sergio se ríe a su lado. Tiene ocho años, pero ya sabe qué es no tener nada que hacer: “Si estás en casa te aburres”, confiesa. En el campamento urbano de la Trinitat, en cambio, se pasa el día rodeada de sus amigos de entre 6 y 12 años. Con ellos comerá y luego a eso de las 16 horas se despedirán. Al fin y al cabo, al día siguiente se volverán a ver a las 10 de la mañana. Y todo, sin ningún cargo para su familia.

En total, 428 niños ya se han inscrito en el programa (y otros tantos se han quedado fuera por falta de plazas). El boca-oreja de la prueba piloto del año pasado ha funcionado, recoge la teniente de Derechos Sociales, Laia Ortiz. En su opinión, la demanda creciente de plazas “demuestra que es es un proyecto que ha gustado; que cubre una necesidad evidente”. ¿El siguiente paso? Que el proyecto Baobab se arraigue tanto en las Trinitats como en La Marina del Port, Baró de Viver, la Verneda i el Besòs-Maresme . El consistorio ha plantado la semilla, pero ahora serán sus convecinos los que los hagan crecer. La educación del siglo XXI va más allá del curso escolar, recuerda Essomba.

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