Las kellys (o limpiadoras de los hoteles), en pie de guerra. A la vez, diferentes colectivos de la ciudad a punto de crear un sindicato de inquilinos (como consecuencia de la gentrification o expulsión constante de los vecinos del barrio de toda la vida). Y en paralelo, la institución público-privada Turisme de Barcelona empieza a recibir las primeras críticas. No en vano, mientras se disparan los beneficios del partner privado de este consorcio, el representante público mira de dilucidar cuáles son los suyos. Encabezando dicho organismo se encuentra el intocable Joan Gaspart, quien, entre los muchos cargos que acumula, destaca por ser el cónsul honorario de las Islas Seychelles (un paraíso fiscal, según la OCDE). Gaspart, alumno aventajado de Saruman y Sauron (quienes gobiernan la ciudad desde las Torres Mordor de la Diagonal).

Está claro que las costuras del modelo turístico de Barcelona empiezan a romperse. Si bien es más lo que de positivo aporta el sector, no es menos cierto que podemos estar llegando a un punto de no retorno. Al fin y al cabo, las cifras no entienden de sensibilidades. Ser número uno en cruceros, congresos o boutiques de lujo puede acabar siendo un mero espejismo. En su momento Barcelona pudo optar por seguir el modelo de Berlín o de Venecia. Juzguen ustedes mismos a cuál de ellos nos parecemos más.

Muchos de los guías turísticos que conozco, colegas de profesión, coinciden en que debe ponerse orden. También, en que no es tarea fácil. Pasear por el centro de la ciudad se ha convertido en toda una odisea. Free tours (más tours que free), bicicletas y segways intentan convivir con el residente de toda la vida (una rara avis o especie en peligro de extinción). Una vez escuché sentenciar a una compañera, tras observar la llegada en masa de los cruceristas al Barri Gòtic: “¿Turistas? No, ¡son hordas!”. 

Propongo al Ayuntamiento que cree una superilla que abarque toda la calle Aragón. Así, desde los balcones, podremos disfrutar de otra “invasión”. En concreto, la de una variante o subespecie de estas abigarradas hordas: los grupos de orcos que acuden a visitarnos con el noble propósito de celebrar una despedida de solter@s. Eso sí, para ello será necesario rebautizar el entorno. Ahí va una idea. ¿Qué tal superilla Aragorn?