Y es que la sombra de algunos alcaldes es muy alargada. Más aún si han estado al frente de la Casa Gran durante veintiséis años: 1957-1973. Pocos recuerdan que Porcioles fue notario y consejero del Banco de Madrid (entidad creada por el empresario Jaume Castell Lastortras en 1954, el de los patés La Piara). Le acompañaban en el Consejo Joaquim Viola Sauret (alcalde entre 1975 y 1976), Juan Antonio Samaranch o Juan Rosell Codinachs (hijo del actual presidente de la CEOE y sobrino del empresario-banquero de los patés).

Todos estos señores de Barcelona fueron unos auténticos pioneros en lo que conocemos ahora como puertas giratorias. Entonces, sin mucha prensa o presión ciudadana que les afease el gesto. Aunque en esto no han cambiado mucho las cosas. Si tuviésemos que hacer un paralelismo, basta con recordar los sueldos del personal fuera de convenio en Transports Metropolitans de Barcelona (TMB). Gracias a la labor de un periodismo comprometido (y, desgraciadamente, poco difundido) como el que lleva a cabo El Diari del Treball, sabemos que esta empresa de transporte sigue siendo una especie de “cementerio de políticos”. Y se atreven a dar nombres: Pau Noy (ICV-EUiA), Enric Cañas (ICV), Joaquim Balsera (ex alcalde de Gavà por el PSC) o Antoni Poveda (ex alcalde de Sant Joan Despí por el mismo partido). Los sueldos, se los pueden imaginar.

En los años de Porcioles, los barceloneses ya intuían cómo funcionaban las cosas puertas adentro. Seguro que han visto los áticos y sobreáticos que coronan algunos edificios modernistas del Eixample. Algo que sospechaban sus gobernados sólo era posible gracias a actitudes y atenciones “sobrecogedoras”. Los arquitectos municipales Bordoy y Soteras tenían la última palabra. De ahí que se acuñase el pareado: “Si quieres construir hoy, habla con Bordoy. Y, si quieres construir hasta en las aceras, habla con Soteras”. Por su parte, Castell Lastortras (el tío del actual presidente de la CEOE) al ver tanto alboroto durante la modélica Transición decidió poner tierra de por medio. Dejó Barcelona y se fue a Suiza. Antes de tomar el avión en el Aeropuerto del Prat, exhortó a los colegas que le acompañaban: Folleu, folleu, que el món s’acaba!