La Fiesta de la Mercè, no lo olvidemos, es fruto de una disputa. Cuando se decidió en 1687 despedir a la patrona hasta entonces, la sufrida Santa Eulàlia, y poner a la virgen de la Mercè, se armó la marimorena. Hubo en la época no pocas protestas e incluso las autoridades fueron apedreadas por partidarios de Santa Eulàlia, indignados ante semejante decisión rupturista de la tradición. Se dice que la lluvia que suele caer estos días es fruto de las lágrimas de Santa Eulàlia, rabiosa en ver el esplendor municipal y festivo con que se celebra a su competidora. En fin, ante tanta piedra legal, verbal o emocional lanzada estos días desde unas y otras trincheras, se agradece que tome la palabra en el pregón de la Mercè alguien que invita a actuar, pero después de haber hecho ese ejercicio tan raro de ver estos días que es el de tratar de entender al otro.

Hace meses que estaba previsto que Marina Garcés fuera la pregonera de las fiestas de la Mercè (el pregón es esta tarde en l’Ajuntament) y visto el clima de crispación resulta de lo más oportuna la presencia de una filósofa. Más aún, de una filósofa de su inteligencia. La Filosofía es un bien escaso, y no se trata sólo de una metáfora: si ya estaba arrinconada en los planes de estudio a una optativa pobretona. Si la Filosofía es una asignatura optativa, los que deciden cómo ha de ser la formación de los ciudadanos de mañana nos están diciendo que pensar es optativo. O, más aún: prescindible. De hecho la propuesta es que el año próximo ni siquiera forme parte del corpus –ni como opcional- de las pruebas de Selectividad.

Marina Garcés, con su insistencia en que la filosofía no es un asunto académico y polvoriento sino que ha de impregnar la sociedad, ha abierto ventanas de par en par. En su libro Filosofía inacabada (Galaxia Gutenberg) nos decía que "la filosofía nació al aire libre y a las calles vuelve". Quiere que la Filosofía sea “una práctica de vida”. Ella es una mujer vinculada al activismo social –despertó políticamente con el ya histórico desalojo del “okupado” Cine Princesa hace ahora 20 años-  pero tiene muy claro que incluso para oponerse a la tradición, primero hay que conocerla a fondo. Y aprender de ella. Sus libros están impregnados de vitalidad, pero también muy argumentados en base a muchas lecturas, hacen hincapié en la importancia de una escuela sugestiva como lugar donde arranca todo: “Educar, por tanto, es iniciar a otro en este desplazamiento, moverlo, sacudirlo o seducirlo, arrancarlo de lo que es y cree ser, de lo que sabe y cree saber”.

Garcés supera el modelo de intelectual fósil de despacho y trienios, y combina la erudición con la calle. Se ha convertido en referente para los partidarios de la economía colaboracionista o del común y no oculta sus simpatías hacia el mundo de Podem. Pero no deja de ser crítica incluso con los que tiene más cerca. En una ocasión en que me encontré con ella en la librería Calders (en la presentación del libro Cultura en tensió) dijo que “las cosas que nos acogen y nos guarecen, son también las que nos aíslan”. Al acabar me acerqué a ella y le comenté si el nuevo progresismo no corría el riesgo de caer en su jerga de buenrollista y la autoindulgencia…  asintió muy seria y me contestó con amabilidad y mucho énfasis: “Intento dar un toque a esa autocomplacencia. No se puede caer en la retórica del colaborativismo. No podemos mirar las cosas desde arriba. La cultura se tiene que ejercer desde abajo.  La pregunta siempre es: ¿Y tú qué haces?”.

Ella desde la voz del filósofo que no solo expone, sino que argumenta y reflexiona, forma parte de las voces que piden nuevas maneras de hacer. Y aunque tiene el trabajo en Zaragoza como profesora de Filosofía en la universidad de nuestros vecinos maños –va y viene en el AVE casi como quien toma el autobús-  se crio en el Eixample y es una apasionada de Barcelona. Y, por eso, le duele la ciudad, como le comentaba recientemente en una entrevista al colega Sergi Picazo: “esta ciudad da beneficios, pero sobre todo beneficia a muy pocos. Circulan muchísimo dinero por la ciudad, pero es evidente que cada vez se beneficia menos gente de la ciudad”.

Que sea la pregonera de la Mercé esta tarde a mí me causa alivio. Me alienta la esperanza. Porque el grito por el grito, sea quien sea el que grita, sólo deriva en un cuadro de Münch o en una tragedia estéril. Los filósofos que piensan y hacen pensar como Marina Garcés son ahora más necesarios que nunca.