No le indignó que abuelos, madres y padres de familia, incluso con empleo, bajaran al contenedor más cercano al supermercado de casa para conseguir algo de comida durante los años más cruentos de la crisis. No pareció importarle que la corrupción se incorporara como uno de los conceptos -junto con los míticos de sol, siesta y fiesta- con los que los extranjeros vinculan a nuestro país. Nunca trató de impedir ningún desahucio ni expresó su indignación cuando una anciana, una vecina de Reus de 81 años, murió a causa de un incendio provocado por la vela con la que trataba de sobrevivir tras dos meses con la luz cortada. Ninguna queja por su parte sobre como la globalización en los últimos cinco años se ha cargado el comercio autóctono, patrio, del centro de la capital catalana. Tampoco apareció para condenar el atentado del 17-A… 

Sólo la unidad de España consigue movilizar a Álvaro de Marichalar y otros bufones del reino. Bien, especifico: al ex cuñado de la infanta Elena sólo le enoja la posibilidad de que Catalunya pueda independizarse. Muy gallito, enarbolando la bandera española y europea, se plantó el pasado sábado en la plaza Sant Jaume amenazando con instalarse permanentemente en Barcelona para "luchar contra el procés separatista". Delante de la puerta de la Generalitat -me pregunto si se hubiera atrevido a teatralizar así delante de Ajuria Enea- y mientras Mariano Rajoy anunciaba la puesta en marcha del 155, Marichalar gritaba “os amo" a todo aquel que paseara por los alrededores con una senyera o una estelada. Su proclama y puesta en escena era tan creíble y cabal como el taurino que asegura querer al toro porque le procura alimento al animal hasta el momento de torturarlo.  

El aristócrata, más del estilo y aseo de Pocholo que de Vilallonga, vestía una americana verde de cuadros con el escudo de Navarra -de donde es oriundo y comunidad que, como Euskadi, disfruta de las ventajas de los fueros-. La chaqueta hace por lo menos tres semanas que no se la quita de encima públicamente: la llevaba en la manifestación unionista del 8 de octubre y también en el Sálvame de Luxe donde se dedicó a reiterar que los independentistas eran "nazis y comunistas"...

A las cinco de la tarde, cuando miles de personas se concentraron en Passeig de Gràcia para pedir la libertad de los Jordis, Álvaro de Marichalar y su mensaje de unidad y cariño hacia los catalanes se esfumó misteriosamente. La función del bufón es divertir al poder, no participar en luchas sociales.