La crisis del Palau se agrava. Hace un año y medio, en plena campaña electoral, Josep Maria Bartomeu ya asumía que la sección de baloncesto no funcionaba. Quiso darle un año de gracia a Xavi Pascual y aplazó la toma de decisiones, consciente de que tenía ganadas las elecciones y de que le convenía no tocar nada. Hoy, el básket azulgrana es una ruina y amenaza con pasar factura.

Josep Lluís Núñez, presidente del Barça entre 1978 y 2000, fue quien mejor calculó la importancia del Palau. De los resultados de las secciones. En tiempos de penurias y complejos de inferioridad con el fútbol, el empresario constructor presumió de los éxitos del baloncesto. Joan Gaspart apenas tocó un modelo que funciona (el del Palau) y Joan Laporta tardó en encontrar la fórmula del éxito. Pero la halló con Joan Creus en los despachos y Xavi Pascual en el parquet. El fútbol, paralelamente, inició una espectacular metamorfosis que alcanzó su máxima expresión con Pep Guardiola de entrenador.

Sandro Rosell heredó el mejor Barça de la historia, pero se obsesionó con liquidar la obra de su antecesor. El fútbol le ocupó y preocupó, aunque su relación con Pep Guardiola acabó mal, pero del Palau se olvidó y cometió la torpeza de no rubricar en un contrato el acuerdo verbal que tenía con Rudy Fernández. Hoy, el balear juega en el Real Madrid, como Gustavo Ayón, a quien también tenía atado el Barça.

Con Bartomeu, nada ha mejorado. Las secciones profesionales siguen siendo muy deficitarias y los resultados deportivos han menguado. El pasado verano, el club renegó del anterior modelo y fichó a un entrenador del mismo perfil que Pascual pero con un currículum más discreto que el del técnico catalán. El griego ganó la Euroliga con el Olympiacos, pero su relación con el club del Pireo acabó muy mal. Con los jugadores sublevados y pidiendo su cabeza.

Desde entonces, todo tipo de fatalismos se han juntado en el Palau. Las lesiones han debilitado una plantilla que cuesta unos 15 millones de euros anuales y casi todos los fichajes han sido horrorosos. Esperpénticos. Pagar dos millones de euros por Claver fue una temeridad que sigue lastrando al Barça. Como la elevada ficha que cobra Juan Carlos Navarro, uno de los mejores jugadores de la historia del club, que vive del pasado. Al equipo le falta calidad y carácter, y un entrenador acorde con su potencial.

Joan Bladé, el directivo responsable del baloncesto, es tan hábil jugando con el móvil como torpe a la hora de representar al club

El baloncesto plomo sigue instalado en el Palau. Bartzokas se excusa en la herencia recibida pero no sabe gestionar una plantilla muy mal confeccionada por sus responsables y enervada por la sanción de 5.000 euros que impuso el técnico por bajo rendimiento. Albert Soler y Rodrigo de la Fuente deben tomar medidas drásticas, pues Joan Bladé, el directivo responsable del baloncesto, es tan hábil jugando con el móvil como torpe a la hora de representar al club ante los grandes estamentos.

Y, mientras, Bartomeu calla. Jugador de baloncesto del Espanyol en su juventud, debería saber que el Palau también exige títulos. Las derrotas sólo se perdonan si hay un proyecto o el equipo conecta con la grada con un juego atractivo. Hoy, el Barça no propone nada. Bartomeu tendría que repensar el actual modelo y definir claramente las prioridades de la sección. Con sonreír no basta.