Estos días de tanto calor, las fuentes donde beber agua potable están más buscadas que nunca. En Barcelona hay unas 600 aunque a veces parecen pocas para la sed y el acaloramiento que sufren los ciudadanos.

Al parecer, los turistas no se fían mucho del agua que brota de esas fuentes y sorprende su poca pasión por volcarse bajo los cuatro chorros de la fuente de Canaletas, pese al dicho de que ello les garantiza volver a nuestra ciudad. Quizás es que lo desconocen o quizás es que no se fían de su calidad, pertrechados como van casi todos con sus botellas de plástico de tamaños diversos.

A uno se le antoja que debería haber más fuentes al alcance de la mano. Y el caso es que parece que el consistorio se ha tomado en serio la obligación de mantenerlas en funcionamiento tras una larga etapa en que costaba encontrar una de la cual manase el agua anhelada.

Cierto es que no es extraño encontrarse con ciudadanos que acaparan durante un buen rato algunas de esas fuentes para rellenar enormes botellones se supone que para compensar el agua que no llega a sus domicilios o a saber con qué objetivo más oscuro.

Las hay de muchos modelos. Las han bautizado con nombres como modelo Barcelona, Urbana, Capilla, Pita, Badalona, Georgina, Atlántica, Villa Olímpica, Sarastro, Lama o Caudal. Y algunos diseñadores como Antoni Rovira i Trias han creado alguno de esos modelos.

Los barceloneses, y en general los ciudadanos que viven en el área metropolitana, consumen con precaución ese preciado elemento. Consumimos unos 100 litros de agua diarios, lo cual no es ningún exceso, y casi la cuarta parte menos que hace 20 años.

Nosotros nos portamos bien pero cuando vamos por la calle y tenemos sed nos gustaría tener una fuente cercana. El censo dice que somos 1,6 millones, con lo cual tocamos a una fuente agua potable por cada 2.600 barceloneses. Un esfuerzo para mejorar esa ratio se agradecería en estos días de canícula agobiante.