Barcelona ya forma parte de la lista negra de ciudades castigadas por el terrorismo yihadista. En pleno mes de agosto y en las siempre abarrotadas Ramblas, Estado Islámico ha sembrado el caos y el pánico en la capital catalana con una acción cobarde y cruel que ha tenido y tendrá una respuesta contundente de la ciudadanía y de las fuerzas policiales.

La capital catalana ha vivido imágenes dantescas, parecidas a las que en el pasado horrorizaron a los habitantes de Madrid, Londres, París, Bruselas, Niza y otras ciudades. Inmediatamente, la población se ha movilizado para ayudar a los heridos. Mucha gente se ha dirigido a centros hospitalarios para donar sangre y los taxistas han mostrado su talante más solidario al transportar a todos aquellos que lo necesitaban.

La clase política también ha aparcado por un día sus diferencias y todos han condenado el atentado. Por un día, nadie habló del encaje de Cataluña en España. La única ideología ha sido la condena. En la calle, barceloneses y turistas se han dado la mano, víctimas todos de una lacra que golpea sistemáticamente a la sociedad occidental. Muchos ciudadanos extranjeros han encontrado refugio en casas particulares con la esperanza de olvidar, por un rato, una barbarie que tardará mucho tiempo en cicatrizar.

Barcelona, golpeada en el pasado por los atentados de ETA, estaba en el punto de mira de los yihadistas. Los peores presagios se han hecho realidad y la ciudad tardará mucho tiempo en recuperar la normalidad. Como en los años 80, sus habitantes deben tomar la calle para expresar su más enérgica repulsa.

Barcelona y toda Catalunya estarán tres días de luto, una iniciativa a la que se suma Metrópoli Abierta. Este medio condena el brutal atentado de Barcelona y se suma al dolor de los familiares de las víctimas.