Standarte es una iniciativa catalana que recala por segundo año consecutivo en Madrid en el marco de ARCO, la feria de Arte por excelencia. La impulsan las hermanas Mercè i Oti Camps, con amplio conocimiento del sector y con tradición artística familiar como mecenas y coleccionistas, y ha sido creada con vocación de permanencia y cuenta con el apoyo de nueve galerías que expondrán piezas milenarias de alto valor histórico y sus obras más exclusivas del arte moderno y contemporáneo. Cinco de esas galerías catalanas, J. Bagot, Marc Calzada, Jordi Pascual, Fernando Pinós y Roger Viñuela, se han vuelto a retratar en Arco a través de Standarte con más de 150 obras de Picasso, Joan Miró, Jaume Plensa, Antonio Saura, Manolo Valdés o Sorolla entre otros. Y como guinda en el pastel para conmemorar el centenario del nacimiento de Antoni Tapies dedicó una sala al pintor catalán con la exposición de 25 de sus obras.

El Palacio de Linares, la sede de la Casa América a la que no le falta de nada porque tiene fantasma y todo, fue la sede elegida este año. A diferencia de ARCO en Standarte, se pueden admirar las obras, off course, pero también comprarlas. Los precios son de un amplio abanico que va desde los 3.000 euros hasta los prohibitivos 800.000. La iniciativa catalana cuenta con la alianza de las galerías Benlliure -Valencia-, Aleseide, Fuentenebro y Jorge Juan -Madrid- que aportan experiencia y buen hacer y que permitieron admirar el busto del emperador Antonino Pío que perteneció a la colección particular del artista estadounidense Andy Warhol. 

Si esto es posible en Madrid, ¿por qué no es posible en Barcelona? Los impulsores de Standarte se cuidan muy mucho de criticar a su ciudad, pero en sus opiniones se trasluce un cierto pesimismo sobre la posibilidad de impulsar algo similar que coloque a la capital de Catalunya en el epicentro de un mercado cultural y que mueve, porque no decirlo, miles y miles de millones de euros. Como siempre, tenemos lo mejor y no sabemos aprovecharlo. No es el único ejemplo en nuestro país. Ya saben eso de no ser profeta en tu tierra. 

El anterior gobierno municipal, el de Colau, apostaba por el decrecimiento de la ciudad en el ámbito económico, pero también en el cultural. Este tipo de arte era considerado burgués y para ricos, lo decían así “curt i ras”.  Considerar las obras más exclusivas del arte moderno y contemporáneo, de los artistas más representativos, como arte burgués es radicalismo provinciano. No va más allá. Espero que el alcalde Jaume Collboni cambie este tercio. El primer edil es un activista cultural y no debería mirar para otro lado. Tenemos la materia prima -galerías de primera división- y espectaculares ubicaciones. No se trata de emular a ARCO, tarea imposible por otra parte, pero sí de mover ficha para que Barcelona, y Catalunya, no pierdan el tren de la vanguardia cultural. 

En la exposición, destacó un precioso cuadro de Joaquín Sorolla, Rosas Blancas. Una maravilla. ¿Qué significan las rosas blancas? Las rosas blancas simbolizan pureza, inocencia, paz, juventud, lealtad. Y se asocian, muy a menudo, a los nuevos amores. Espero que tras la segunda edición de Standarte fructifique de nuevo el amor entre el arte y Barcelona. Sin duda, no es un tema baladí y también, sin duda, una oportunidad de oro de recuperar el tiempo perdido y de poner al servicio de los barceloneses una oferta cultural que lleva años en el olvido. La alcaldía debería abrir esta carpeta. Son las Rosas Blancas para el alcalde.