Catuxa Fernández e Ignacio Aldanondo, los fundadores de Aldanondoyfdez / ALDANONDOYFDEZ

Catuxa Fernández e Ignacio Aldanondo, los fundadores de Aldanondoyfdez / ALDANONDOYFDEZ

Economía

Una casa para tus pies

Dos arquitectos cambian los planos por los patrones y se convierten en zapateros artesanos

28 abril, 2017 10:27

Noticias relacionadas

Encontrar un nexo de unión entre arquitectura y zapatería artesanal puede parecer complicado, pero para Ignacio Aldanondo y Catuxa Fernández, zaragozano él y gallega ella, ha sido una transición paulatina y, hasta cierto punto, natural. “Cuando diseñábamos casas, básicamente hacíamos un proyecto específico para una persona. Con los zapatos pasa algo parecido, son como una casa para los pies”, explica Catuxa, que excusa la ausencia de Ignacio porque está de viaje en Zaragoza para finiquitar el estudio de arquitectura que han compartido durante más de una década.

La caída de los encargos por la crisis, unida a la “frustración” que les generaba tener que posponer proyectos que realmente les motivaban para hacer otros que pagaran las facturas, les hizo replantearse su futuro laboral. “Empezamos un poco por hobby. La arquitectura exige una gran dedicación y al principio hacer zapatos artesanales era el entretenimiento de los fines de semana. Poco a poco, y a medida que íbamos aprendiendo, redujimos la carga de trabajo en el despacho y cada vez estábamos más en el taller”.

Cuando decidieron que Aldanondo y Fdez. cambiara los planos por los patrones, su sueño era hacer zapatos a medida, pero tras el primer año de actividad han decidido dar un giro radical a su idea de negocio y están viviendo una segunda transformación. “Hacer zapatos a medida es un proceso complejo y largo que luego no puedes cobrar a su precio real”, reconoce Catuxa mientras revisa con cariño uno de los numerosos modelos que han invadido la librería de su casa, en la calle Aribau. “El taller es muy pequeño y es fácil que los zapatos acaben en el salón”, dice riendo.

ZAPATOS ARTESANOS 'PRÊT-À-PORTER'

Una vez cerrado el estudio de arquitectura, la prioridad es renovar la página web y poner en marcha la tienda online para verano. “Queremos que la gente pueda entrar, elegir el zapato que le guste y comprar con un clic”. Ese clic es el que pone en marcha a Ignacio y Catuxa, que han optado por “sacar cinco modelos prêt-à-porter con una numeración definida”, pero que hacen a mano igual. Cada zapato será diferente, con pequeños detalles que el cliente podrá personalizar (el color, algún detalle de la suela) para reforzar el concepto “único” que ofrece la zapatería artesanal sin tener que hacerlo a medida. 

“En los modelos que hacíamos hasta ahora, modificábamos la horma para cada cliente, como un traje de alta costura”, reconoce Catuxa. “Tomábamos medidas, afinábamos el diseño... es un proceso largo. Hemos llegado a hacer seis zapatos de prueba para un mismo cliente y eso puede llevar tres meses de trabajo”. Al final, el precio de venta, 850 euros, no justificaba el trabajo y muchas veces deberían haber cobrado 1.500 o 2.000 euros, lo mismo que pueden costar unos John Lobb, una de las marcas más prestigiosas que hay en el mercado.

EL RETO DE LLEGAR AL CLIENTE

En un mundo en el que cada vez se compra más por impulso y con una competencia que ofrece entregas en 24 horas, llegar al cliente final es un verdadero reto. “Mucha gente se interesa por los zapatos, sobre todo a través de nuestra página de Instagram, pero muy pocos superan ese capricho inicial”, confiesa. El precio también tira para atrás (por eso ahora los nuevos modelos prêt-à-porter costarán la mitad, unos 400 euros), pero también es porque los zapatos se han “devaluado” como prenda de moda.

Solo la gente que conoce la artesanía, que es “muy poca”, es consciente de la calidad y la durabilidad de los zapatos hechos mano, que pueden llevar entre 20 y 30 horas de trabajo. “Incluso gente de la moda que diseña y confecciona blazers que cuestan mil euros no se compra zapatos de 500 porque le parecen caros”. De hecho, están un poco sorprendidos de que en una ciudad tan grande y vinculada al diseño como Barcelona, haya tan poco interés por la artesanía. 

“Curiosamente hemos despertado mucho más interés fuera. En Estados Unidos, Rusia o Japón se valora mucho el calzado español. Italia es sinónimo de diseño y España, de calidad”, explica. Con la nueva web podrán aceptar pedidos de cualquier parte del mundo, ya que no hará falta que el cliente viaje a Barcelona para tomarse medidas. “Había un estadounidense que quería venir solo para que tomáramos medidas. Decía que le compensaba el viaje”. 

LA TENTACIÓN DE LAS MÁQUINAS

En el pequeño taller de Aldanondo y Fdez. solo hay una máquina de coser y mucha piel, herramientas y clavos. “Todo lo hacemos a mano, que es lo que nos gusta”. Desde el diseño hasta el último acabado. Cuando empezaron a interesarse por la zapatería, hace ya cinco años, fue este trabajo artesano lo que más les atrajo. Dedicaban todo el tiempo libre que tenían para estar con Josep 'Pitu' Cunillera, una leyenda viva que acaba de jubilarse, y luego con Carlos Piñol, otro maestro del oficio, aprendiendo todos los secretos a la antigua usanza: observando. Luego acudieron a Barcelona Activa para lograr esa visión empresarial que les faltaba para un negocio que no conocían bien.

“Quizás a la larga compraremos alguna máquina más, como una prensa, para que nos ayude a hacer parte del proceso, que seguirá siendo artesanal. Eso nos permitiría acortar plazos y dar precios más competitivos”, señala Catuxa. Pero de momento lo esencial es poner en marcha el nuevo negocio lo antes posible, ya habrá tiempo de innovar y añadir más modelos. “Nos gustaría hacer tantas cosas... pero a veces hay que priorizar. Vamos un poco mal de tiempo y deberíamos estar produciendo ya. Siempre habrá cosas que hacer para que esto funcione y requerirá el 200% de nuestra atención”. En esto, la zapatería artesanal también se parece un poco a la arquitectura.